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"ARTE SOY ENTRE LAS ARTES. Y EN LOS MONTES, MONTE SOY"
JOSE MARTI.

viernes, 29 de mayo de 2009

¿YA ES HORA DE QUÉ, IVETTE LEYVA?

"Ya era hora: la industria de la nostalgia ha empezado a evolucionar en Miami", así comienza su artículo la pionera Ivette Leyva Martínez en El Nuevo Herald con fecha 22 de mayo de 2009. Realmente pasé por alto su escrito, pero al descubrirlo, me dio realmente asco. Como siempre, esta pionerita no puede evitar su resentimiento contra el Exilio donde vive. No la entiendo, pues cada vez que puede utiliza toda su asquerosa ironía en contra de Miami y sus "viejos", como les llama porque, evidentemente les molesta.
Y es que a Ivette le "molesta la noción omnipresente en Miami de que la nostalgia "políticamente correcta" es la que se puede sentir por la Cuba previa a 1959", y continúa: "esta idea está sustentada en satanización de la Cuba castrista". Realmente a la pionerita Ivette Leyva le hizo mucho daño el picadillo de soya. Su odio contra el Exilio de Miami la lleva a escribir tantas sandeces, que no entiendo qué hace aquí. Sí, ya sé, vive aquí porque le da la gana, ojalá le diera la gana de regresar, teniendo en cuenta que ahora es fácil sacar un pasaje con el enano de Pancho Aruca y volver a su nostalgia de recuerdos gratos, que pudieran ser, por ejemplo: sus guardias del CDR, de la FMC, en las MTT y en la Universidad de La Habana cuando pudo estudiar porque, seguramente, era militante de la UJC. ¿Simulaba o lo sentía? Ella solo sabrá.
Y es que esta pionera extraña sus "jugos búlgaros", los helados de Coppelia donde había que hacer tres horas de cola y, con suerte, alcanzar algo más que mantecado o vainilla, los piropos, muchos de los cuales - ella lo sabe- eran horribles y vulgares, y las "noches largas escuchando a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés". Tan fácil como regresar y vivirlo "in situ".
Y claro, todo esto lo justifica por las tiendas que rentan o venden seriales espantosos hechos en la Cuba castrista como son los de "En Silencio ha tenido que ser", una especie de James Bond comunista que todo lo logra en Miami, incluyendo el terrorismo, secuestro de avión y demás, y regresa lleno de triunfos a los brazos de una Penélope que jamás le pegó un tarro en Cuba.
¡Oh, qué añoranza, coño!
Tiemblo de emoción al leer su escrito lleno de nostalgia barata, de sutilezas comunistas y su "generación balsera", aunque no haya remado jamás.
Y es que estos pioneros que se crearon en una generación del "hombre nuevo" y no pudieron desintoxicarse al llegar aquí, realmente dan lástima. Y esa lástima por tí, Ivette Leyva, se convierte en asco cada vez que leo tus ataques contra el Exilio, ese mismo Exilio que preparó las condiciones aquí en Miami para que tú, después de ser pionera comunista y todo lo que vino después, pudiera vivir en libertad con todas las condiciones y sin tener que recoger tomates en Homestead.
Sigue con tu nostalgia de muñequitos rusos de palo, tus añoranzas absurdas y tus sutilezas asquerosas. Y te parafraseo a tu Pablito Milanés: "Yo me quedo con todas estas cosas".

SIN NOSTALGIAS

Por: Iliana Curra

Una amiga me ha enviado un e-mail que me ha hecho escribir esto. Ella fue visitada por la señora Nostalgia, y de su mano recorrió La Habana, se detuvo frente a su casa, probó el “café con leche más sabroso del mundo” que su madre le preparaba. Dio una vuelta por el barrio, se sentó en el parque de la esquina de su casa, fue al cine a ver la cartelera, quedando pendiente ir a ver la película de Sarita Montiel que anunciaba. Tomó el tranvía y fue a La Rampa, pasó por el malecón y se sentó en su muro, fue de compras por las tiendas de La Habana, luego fue a Tropicana y después al Mandarín para tomarse una sopa china, terminando su sueño al sonar el despertador que anunciaba un nuevo día en Miami. Tenía que ir a trabajar.

Mi amiga le da las gracias a la señora Nostalgia porque la llevó a su bello pasado en una Habana esplendorosa que nunca he podido comprender por qué se empeñaron tanto en destruirla. Fue la que luego me tocó vivir a mí, a mi generación y a las que la han seguido. Al menos yo, no siento nostalgia.

No puedo sentir nostalgia por los derrumbes, ni siquiera por el café con leche, pues la leche tenía que comprarla en bolsa negra para tomarla. No conocí el tranvía, me tocó un horroroso sistema de transporte donde tenías que viajar como pudiera, si es que lograba alcanzar una guagua. Luego tuve que darle a los pedales de una bicicleta china que casi acaba conmigo. Ir de compras a una tienda habanera era un sueño irrealizable, a no ser que tuvieras dólares del imperio para comprar lo más necesario para la casa. Ni soñar con Tropicana, ni el Mandarín, ni ningún otro restaurante porque todos eran para los turistas. La única nostalgia que compartiría con mi amiga es el malecón habanero y, cuando me sentaba en su muro, miraba al norte soñando ser libre, porque mis sueños dentro de Cuba murieron en una mugrienta celda de castigo en un destacamento aislado donde encerraban a presas infectadas de SIDA.

No puedo sentir nostalgia por una repulsiva pañoleta de pionero comunista, ni por discursos explosivos y llenos de odio de alguien que llamaban líder. No puedo recordar con nostalgia una infancia carente de juguetes, ni de una juventud desprovista de libertad para expresarse. Tampoco se tiene nostalgia por la represión, ni por absurdos interrogatorios. Mucho menos por las cárceles.

No pudiera recordar nostálgicamente a los esbirros de la Seguridad del Estado que me seguían constantemente, ni a los oficiales de ese mismo Ministerio del Interior que me decían: “vas a llorar lágrimas de sangre” o “te voy a desaparecer de La Habana”. No puede haber melancolía cuando recuerdas el sufrimiento de tu familia al tener que viajar cientos de kilómetros para verte detrás de unas rejas. Saber que los tuyos sufren más que tu misma porque nada se puede hacer para aliviar el dolor.
No siento nostalgia ni siquiera por el olor de La Habana, muchas veces contaminada con la pudrición de toneladas de basura que infectaban sus calles y aceras. Sus paredes despintadas y con manchas de humedad. Su gente vacía por dentro por falta de expectativas y sueños. Sus niños pioneros queriendo ser como el Ché, sin saber ni quién era este asesino.

No, es cierto. No siento nostalgia y me duele. Me duele tener que recordar lo peor, porque no hubo nada mejor que me provoque nostalgia.

FELICITACIONES, NINOSKA.

En la tarde del día de ayer, 28 de mayo de 2009, se celebró el segundo aniversario del programa del canal 8, GenTV, "Ultima Palabra" conducido por la excepcional periodista, Ninoska Pérez Castellón. La celebración se realizó en el restaurante Herefor Grill, ubicado en Le Jeune y la calle 7 del NW con un cocktail donde participaron una gran cantidad de invitados, la gran mayoría, cubanos que hemos seguido la trayectoria de Ninoska por todos estos años, pues más que una periodista reconocida, para nosotros es una amiga que siempre nos apoyó desde que estábamos en Cuba enfrentándonos a ese monstruoso sistema represivo y totalitario. En cada denuncia, en cada arresto arbirario, en cada encarcelamiento, allí estaba Ninoska con su voz, respaldando la lucha dentro de Cuba, levantando su voz por los que no teníamos voz dentro de la isla. Siempre atenta a lo que sucede a los opositores, a los presos políticos y familiares, denunciando sin cesar la situación real de un país sometido por cincuenta años de dictadura comunista.
Este homenaje a nuestra querida amiga, Ninoska Pérez Castellón, es más que merecido, por la calidad de su programa "Ultima Palabra", por su talento y por su cubanía innata, a pesar de vivir en el Exilio desde que era apenas una niña.
Por tu permanente valor para denunciar los atropellos, ya no solo en Cuba, sino también en Venezuela, donde ya se vive una situación parecida. Por esa amistad tan linda que tenemos, por tu hermandad y tu solidaridad, te deseo una vez más: FELICIDADES.

jueves, 28 de mayo de 2009

HOY 28 DE MAYO DE 2009.

La situación de Cuba sigue tan difícil que vivir allí es peor que estar en el Infierno. Realmente patético después de 50 años y cinco meses de dictadura militar comunista. Hasta los hijos de papá quieren irse. Generalmente lo hacen para vivir mejor, no por razones eminentemente ideológicas. Al fin y al cabo, como se dice en Cuba: "llevan en su alma la bayamesa". Así que el hijo de Juan Almeida, Juan Juan (gracioso nombre) quiere salir de la isla para atenderse el problema de salud que padece (cosa lógica y humana), pero también para reunirse con su familia. Todo esto es un acto de desesperación obvia de alguien que nació en cuna de oro comunista, que vivió diferente a la media del pueblo cubano, sin escaseses. Ahora le pisan el callo al no permitirle salir de Cuba, a pesar de vivir fuera de ella por un tiempo y viajar a Bélgica constantemente para atender su problema reumático. Lo que queda bien claro aquí es la mentira de la llamada "potencia médica mundial", de un hospital Frank País donde llevaban hasta a extranjeros a curarse y médicos especialistas de lo mejor. En fin, todo es más de lo mismo, ya por acá tenemos a muchos hijitos de papá, empezando por la hija del dictador, quien ahora se ha quitado su traje de corderita y ha apoyado a un genízaro del régimen conocido como Inmundicia, que tiene un programa radial para desbarrar contra el exilio y apoyar abiertamente "el proyecto revolucionario", como le llama a la dictadura este personajito que hasta ciudadano americano ya se hizo. Juan Juan tendrá que seguir pataleando y me imagino que ahora mucha gente se interesará por él, mientras que los presos políticos siguen allí sufriendo torturas, los opositores son pateados y el pueblo sigue sin esperanzas. No tengo nada contra Juan Juan, pero me preocupan más los casos de aquellos que realmente se rebelan contra el régimen.

miércoles, 27 de mayo de 2009

CUBA Y SU ETERNA VÁLVULA DE ESCAPE

Por: Iliana Curra

La situación cubana está de mal en peor. Cuando todos creían que Venezuela le daría petróleo para vivir sin apagones, llega la noticia de que nuevamente regresan los que nunca se fueron: apagones alternos, como sucedió en el verano de 1993 que quitaban la corriente eléctrica por ocho horas y la ponían por las otras ocho más, y así sucesivamente.

El calor, el hambre, la represión y la falta de libertad para expresar el permanente malestar del cubano de a pie, convierten aquello en un verdadero infierno. Que a estas alturas el régimen diga que vienen momentos duros, es como comenzar cada pesadilla.

Particularmente no recuerdo que en Cuba se haya vivido sin crisis, pues de año en año se han vivido crisis insuperables que desgastan al ser humano hasta decir: ¡basta! Unos escogen el camino de la balsa, otros el de las cárceles, pues expresar su malestar en un sistema represivo y totalitario, no deja alternativas.

Ya Ricardo Alarcón, quien se jacta de ser el presidente del llamado parlamento cubano, está desesperado por sentarse a negociar con los Estados Unidos. Un portavoz de la administración del presidente Barack Hussein Obama anunció su oferta para renovar estas conversaciones.

Ya conocemos la debilidad de las administraciones demócratas en materia de política exterior. Los grandes éxodos masivos se realizaron siempre en momentos en que presidentes de ese partido estaban en el poder. ¿Pudiera el régimen de La Habana estar preparando otro éxodo masivo? No lo dudo.

Cada cierto tiempo en Cuba se caldean los ánimos, la presión ejercida por esos cubanos de a pie es lo que provoca que siempre se busque una salida masiva a esa olla que pudiera explotar en cualquier momento. Para eso el régimen prepara siempre las condiciones: murmullos sobre barcos de familiares provenientes de Miami para recogerlos, permiso gubernamental de balsas para salir por un punto de la costa norte, la apertura de una embajada (siempre capitalista, por cierto) para entrar en ella y pedir asilo político, o cualquier cosa que mueva los ánimos del pueblo para dar riendas sueltas a su deseo de abandonar ese infierno en que han convertido a Cuba.

El “Maleconazo” no fue tan espontáneo como parece. Al menos en lo que respecta a la concentración de jóvenes en el malecón esperando por barcos que nunca llegaban desde Miami. Había sido una “bola” echada a rodar para así dirigir aquellas turbas hacia la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, pero alguien dio un grito al estilo de los mambises de “toque usted a degüello”, y esas mismas turbas, enardecidas y con enormes ganas de salir de la isla se dirigieron al mismo centro de La Habana para romper cuanta vidriera y tiendas que vendían en divisas había por el área. Fue la desesperación y la frustración de una juventud nacida dentro de aquella cosa llamada revolución que nunca conoció la libertad, ni pudo expresarse libremente jamás.

Pero no estamos en 1994. La crisis económica mundial no permite que miles de personas entren a un país desordenadamente y, a pesar de que esta administración hace concesiones a la tiranía, no creo que le consientan al presidente la entrada de tanta gente, sabiendo que es una válvula de escape a la intolerancia para mantenerse por mucho más tiempo en el poder. Además de que se tomaría esto como una declaración de guerra contra los Estados Unidos. Al menos eso espero.

Todo está por ver, pero las condiciones están sobre el tapete. Alarcón exige que se sienten a resolverle el problema migratorio. Obama pudiera acceder a una cifra mayor para que entren ordenadamente y así evitarse la crisis. Pero la situación en Cuba está tan difícil, que no duraría mucho la tranquilidad, teniendo en cuenta que no todos pudieran viajar hacia Estados Unidos, ya sea por reclamación familiar o por la lotería de visas. ¿Qué es lo que mejor le conviene a los Castro? Obviamente, un éxodo masivo.

Las remesas y los viajes a Cuba no han dado los resultados positivos que el régimen castrista esperaba. La situación económica golpea a todos y los ánimos siguen caldeándose, vienen apagones y mucho calor, todo eso acompañado de la siempre y eterna represión de una dictadura que no cree en nadie a la hora de mantener su poderío político y militar.

Si una explosión social al estilo del 94 surgiera en la isla, ya sabemos que la represión será espantosa. Si esa juventud se ve cerrada a la posibilidad de huir masivamente, la olla de presión reventaría llevándose la válvula de escape y las consecuencias no las quiero ni pensar.

¿Habría otra alternativa con una dictadura como ésa en el poder? No lo creo, como tampoco creo en cambios, ni en la glasnot a la cubana, mucho menos en una perestroika tropical. ¿Dónde estarían los reformistas cubanos que tanto han mencionado los “cubanólogos”? En la mentalidad ficticia de quienes los inventaron.

Cuba está ahí. La crisis mayor se avecina, pero solo un “Maleconazo” de grandísimas proporciones pudiera dirigirla a la proximidad de una libertad a muy corto plazo. Todo está por ver. Mientras, el sicario de Ricardo Alarcón juega a la “Gallinita Ciega” y, a tiendas, busca que el imperio lo saque del conflicto que viene llegando.

LA OEA Y LA PORQUERÍA DE NACIONES LATINOAMERICANAS.

¡Qué vergüenza! A estas alturas querer integrar a una dictadura de 50 años en una organización democrática es un verdadero asco. Insulza llora y llora para que los Castro se acomoden en una organización que paga prácticamente Estados Unidos. Quiere que Cuba se inserte en la democracia, pero manteniendo su condición de dictadura militar. ¡Ay Pinochet! Sí, porque el chileno Insulza odiaba a Pinochet por dictador, pero adora a Castro...por dictador también, pero de izquierda. Resulta que los motivos por los cuales Cuba fue expulsada de la OEA ya se terminaron...Habría que reirse si no fuera tan patético. Países como Honduras, Nicaragua y otros, están obsesionados con la idea de integrar a la isla, parte de un plan contra Estados Unidos de América, pero que a Obama le falta sesos para darse cuenta, y en su condición de conciliador internacional, tendrá que pasar un buen susto para darse cuenta cuánta estúpidez comete a diario con el caso cubano. Todavía no sabe que le meteran el dedo en la garganta hasta el esófago. El problema es que, cuando se de cuenta, ya no podrá ni respirar.
Sigan creyendo en las dictaduras, sobre todo, en la de los hermanitos Castro.

MIAMI

Por: Iliana Curra

Quizás no tenga la impresionante majestuosidad de las grandes ciudades. Ni las antiguas construcciones que te harían soñar despierto con un pasado de historias llenos de acontecimientos auténticos. Ni las montañas elevadas donde pudieras observar el mundo. Tampoco tiene volcanes llamativos que impregnan la vista de una belleza casi sobrenatural.

No cae la nieve para jugar con ella, ni se siente el denso frío como para encender una estufa. Tampoco tiene la tranquilidad de sus calles debido al constante ajetreo de un tránsito de autos que no cesan. Pero tiene la belleza propia de algo que el hombre ha creado, y ese esfuerzo le da la merecida grandeza que tiene, al menos para mí, la ciudad de Miami.

Como si hubiera nacido en ella. Me gusta su sol, quizás porque se parece al cubano, el que nunca pude disfrutar en libertad en mi propia tierra. Me gusta su clima, porque apenas le veo diferencia con la nación cautiva que tuve que dejar hace pocos años, como si fuera ayer. Me gusta su gente porque caminan libres y hablan con la libertad de quienes sienten que lo son, aunque estén lejos de sus raíces, raíces que no abandonaron y que puedes comprobarlo en cualquier lugar donde se vendan alimentos.

Sí. Me gusta Miami. Como si hubiera nacido aquí. Quizás en mi mente es La Habana que no conocí cuando fue libre. Sé que me dirán que La Habana es más bella. Lo sé, pero le faltan atributos libertarios que para mí son tan importantes. Bello pudiera ser un campo árido donde yo pudiera gritar mi verdad sin tener que ser enjuiciada absurdamente, porque esa libertad le da hermosura. Le da grandeza.

Me gusta Miami porque siento que me pertenece. Desde que pisé su suelo soberano tuve la sensación de que ya lo conocía. Me gusta porque sus golondrinas emigran del norte para buscar el calor que tanto necesitan para sobrevivir el crudo invierno. Sus palomas vuelan y se posan en las calles sin miedo al maltrato de la gente. Al contrario, se sienten amparadas por leyes y regulaciones que no permiten se les haga daño, y hasta los autos paran para evitar golpearlas cuando abarcan el sitio por donde tienen que pasar.

Miami es la ilusión, quizás, de una ciudad donde siempre quise vivir. Donde no se me cuestionara mi ideología, ni me obligaran a simular para sobrevivir en un mundo que todo se controla, hasta la respiración. Posiblemente no sea solo mi ilusión, sino la de muchos cubanos nacidos en aquella cárcel extensa llamada Cuba, tan solo a 90 millas de aquí.

No me importa que haya sido un pantano. El hecho de ser una ciudad, como es ahora, dice mucho de su valor. Dice mucho de una comunidad que transformó al pequeño pueblo en algo admirable que dejó de ser lo que era para convertirse en la puerta de Las Américas.

Quizás no tenga los inmensos rascacielos que asombran la vista de los turistas que vienen a buscar el sol, ni sus asombrosos modelos arquitectónicos que reservan las viejas ciudades del planeta. Tiene, simplemente, la belleza natural de sus playas y costas y el ensueño mágico de una ciudad donde viven gentes de todas las nacionalidades. Una Torre de Babel moderna y sin alturas donde los que vivimos en ella, soñamos, pero sobre todo, intentamos lograr esos sueños.

HOY 27 DE MAYO DE 2009

Hoy es miércoles 27 de mayo, y entre todas las malas noticias que nos llegan a diario sobre la situación de los presos políticos, al menos una es realmente gratificante: Normando Hernández González, quien cumple una injusta y arbitraria condena de 25 años por expresarse libremente, ha sido condecorado con el premio anual a la Libertad de Expresión por la Asociación Noruega de Escritores. Este joven cubano, quien fue encarcelado en la llamada Primavera Negra en el año 2003, está padeciendo de innumerables enfermedades. Incluso, fue contagiado del virus de la tuberculosis, sin un adecuado tratamiento para sus males. Su madre, Blanca Hernández, desde el Exilio ha denunciado la situación de su hijo y la de todos los prisioneros políticos en cada foro que ha tenido la oportunidad. Creo que este merecido homenaje a este muchacho, más que a él mismo, considero que fue en reconocimiento a todos los que de una forma valiente se expresan en Cuba, es algo que da a conocer al mundo la barbarie que se vive en una isla llamada Cuba, que fue secuestrada por el comunismo verde olivo de un grupo de delincuentes que todavía la pisotean.
Felicitaciones Normando. Espero que este premio sirva para sacar de intramuros la realidad de una Cuba que muchos no quieren entender.

Por otra parte, también supe que Jorge Luis García Pérez, conocido como Antúnez, fue liberado de su arbitrario arresto cuando intentaba conmemorar la muerte de Pedro Luis Boitel. Antúnez, quien liderea una organización opositora con el nombre de este mártir cubano, dijo que volvería a intentarlo, esta vez sin dar detalles de cuándo, ni cómo.
Te apoyo Antúnez, a tí y a todos aquellos que de verdad aman a Cuba y no tienen miedo.

martes, 26 de mayo de 2009

ORLANDO ZAPATA TAMAYO, ¿LO CONOCEN?

Por: Iliana Curra

Orlando Zapata Tamayo es un joven de la raza negra. Nació el 15 de mayo de 1967, fue parte de ese proyecto guevarista que llamaron “el hombre nuevo”, pero no soportó simular, ni someterse a esa dictadura que todavía permanece después de medio siglo y que muchos aprueban con su silencio o su indiferencia a niveles internacionales.

Integrado en las filas de la oposición al régimen de Fidel Castro, cumplió su primera condena en la prisión de máximo rigor de Guanajay, luego de haber sido detenido en la vía pública por agentes de la policía política y acusado de un presunto delito de “desacato. Ese término en Cuba significa expresarse libremente, decir lo que sientes, pero es un delito todo lo que sea opinar en contra de esa dictadura oprobiosa.

Excarcelado un año después, fue detenido nuevamente, siendo parte de la brutal represión contra opositores, activistas de derechos humanos y periodistas independientes en la conocida Primavera Negra. Realizaba un ayuno por un preso político, el doctor Oscar Elías Biscet, otro un joven de la raza negra.

Zapata Tamayo fue condenado a tres años de cárcel, siendo trasladado de prisión en prisión y recibiendo golpizas por parte de los carceleros hasta tener que intervenirlo quirúrgicamente de un tumor cervical debido a que los golpes lo dañaron profundamente. Pero eso no ha bastado, pues el ensañamiento contra su persona ha sido demasiado. Actualmente su condena es de 36 años de privación de libertad, habiéndosele celebrado 8 juicios sumarios sin poder defenderse, pues en Cuba no existen garantías procesales mínimas en los casos políticos.

Tantos años en un cuerpo maltratado, golpeado permanentemente, enfermo y débil, es ya de por sí una aberración. Más allá de los motivos absurdos por lo que ha sido encarcelado, del silencio internacional de un mundo que se llama civilizado, de la indiferencia mundial de otros que piden el respeto por las ballenas, los pájaros y los ríos, pero no les importa el dolor de los cubanos que han vivido sometidos por medio siglo en un régimen que todos esos aplauden con fervor. ¡Qué vergüenza, por Dios!

Pero sus protestas pacíficas, sus gritos de dolor cuando es pateado por órdenes de la Seguridad del Estado y su fe en un futuro libre para Cuba, no lo hacen menos que nadie. Deberían tomar ejemplo de ello los afros americanos que viajan a la isla a pedir levantamientos de embargos, viajecitos placenteros para turistas americanos y concesiones para esa asquerosa tiranía.

Convendría que se enteraran que existe un hombre negro, sí, no un afro cubano, un hombre negro que es pateado como en la época de la esclavitud, amarrado en su celda, maltratado hasta la saciedad, solo por defender los derechos humanos de ese pueblo sometido. Por no dejarse humillar, por pedir derechos que sean inherentes al ser humano y nadie, nadie puede quitarle, mucho menos por la fuerza.

Orlando Zapata Tamayo, ¿lo conocen? Debieran conocerlo todos esos que chillan a favor de la dictadura. A favor de concesiones estúpidas que nada aportan a la libertad de Cuba.

Lean, oriéntense, busquen quién este joven negro que no le reconocen sus derechos en su propia patria, al igual que 11 millones más.

¿Lo conocen? Aquí tienen una breve reseña de alguien que merece ser reconocido por su valor. Ahí les dejo.

Hoy, martes 26 de mayo.

Hoy es martes 26 de mayo de 2009, mi temprano levantar fue escuchar noticias espantosas sobre la situación de los prisioneros políticos cubanos. A Orlando Zapata Tamayo lo siguen condenando cada vez más. Ya va por ocho juicios dentro de la cárcel. Su madre lanza desesperados gritos de dolor y de auxilio por su hijo, un hombre de 42 años, de la raza negra, parte de ese proyecto fracasado del régimen castrista: el hombre nuevo. Pero éste no se doblegó, todo lo contrario, se rebeló de tal forma que no se lo perdonan. Un hombre nuevo y negro que se rebela paga bien caro. Esa dictadura militar que muchos países libres y democráticos aplauden y le rinden pleitesía a su vejete moribundo. Realmente patético.
Se está hablando de la posible visita de un relator especial contra la tortura a la isla.'Esa invitación del régimen fue hecha por el depuesto Ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque que, con su cara de monguito vividor no sintió vergüenza alguna en expresar que lo invitaban para que viera que en Cuba no se torturaba. ¿Habrá cambiado de opinión después que lo sacaran del cargo?
Manfred Nowak, el relator especial que pudiera viajar a Cuba, debería preguntarle ahora a Pérez Roque qué entiende por tortura, pero ya sabemos que el monguito vividor jamás tendrá el valor de denunciar nada. También sabemos que llevarán al relator a las prisiones ya condicionadas para la visita. Esconderán a los presos en celdas tapiadas, como han hecho en otras ocasiones y, a no ser que logre conversar con opositores y expresos políticos que tengan el valor de hacer las denuncias, saldrá de allí feliz y contento porque en Cuba, todo está bien.
Mientras tanto, Zapata Tamayo sigue recibiendo golpizas, vejaciones y le continuarán subiendo la condena a tantos años que ya sería perpetua. Una cadena perpetua por expresar su opinión sin miedo. Y no solo este hermano de lucha está en esas condiciones, son muchos más. Pero a él quiero dedicarle hoy estas líneas. Aunque yo sé que algún día, nada lejano, podré darle un abrazo a Orlando Zapata Tamayo y a todos los que han estado al pie del cañon luchando para que Cuba sea libre.
Buenos días.

viernes, 22 de mayo de 2009

MI HABANA IMPURA

Por: Iliana Curra

Quisiera idealizarla en mi mente como muchos otros, pero no puedo. La recuerdo siempre sucia. Sus calles, apenas barridas con escobillones maltrechos, mantenían el polvo de días. Más bien, de años.

La Habana radiante y alumbrada de otros tiempos, ya nunca más lo fue. Ni siquiera la recuerdo. Me tocó nacer cuando sus luces se apagaban aceleradamente. Empezaba el desbarajuste de un sistema que todo lo destruye. ¡Hasta los sueños!

Caminar por sus calles, a veces largas, estrechas y malolientes, no era necesariamente mi orgullo nacional. Sus olores desprendidos de viejos latones de basura eran parte de una vida ya cotidiana a fuerza de una suciedad permanente. Edificios desgastados que morían a diario porque nunca recibieron, ni siquiera, unos brochazos de cal para mantenerlos arreglados y limpios. Ellos no entraban en los planes quinquenales de los procedimientos comunistas de una revolución que todavía hace gritar a sus seguidores: “Venceremos”.

Y es que, indudablemente, jamás han vencido. Perdieron desde el mismo momento en que decidieron imponerse por la violencia y mantenerse por la represión. Y La Habana, esa bella ciudad perdida en el tiempo y en la oscuridad de sus apagones planificados, perdió el brillo natural para convertirse en algo más que una sombra.

Vertederos de basuras por cualquier esquina eran parte de la decoración revolucionaria. Carteles con lemas y consignas adornaban cada lugar como para perfeccionar el ornato público de una ciudad donde su gente, agitada e inquieta por buscar el pan diario de cada día, apenas se preocupaba por la fetidez permanente.

Mi Habana, surrealista y sugestiva. Deslucida y ensombrecida, ya no era la Habana que otros vivieron. Son ellos quienes la idealizan y la perpetúan intacta, cual reliquia de un pasado que jamás volverá. Mi Habana no es más que un espectro aparecido en los sueños de quienes aún la quieren tal y como la dejaron. Los que creen que, al regresar, la encontraran incólume y erguida como si el tiempo se hubiera detenido por casi cinco décadas.

Ella estará, sí, tratando de levantarse de sus propias ruinas provocada por una cosa que llamaron revolución nacionalista, pero que no fue más que una autocracia empañada de matices rusos, checos y alemanes llamados democráticos. Envejecida por el sufrimiento y la desesperanza acecha el futuro con desconfianza y temor. No quisiera, tampoco pudiera, comenzar desde el principio, cuando fue secuestrada por barbudos montados en tanques de guerra y crucifijos en sus pechos seguidos de enardecidos pobladores embriagados de un triunfalismo fatal. Una sucesión de esa etapa sería su ineludible muerte. No lo soportaría.

Así está mi Habana. Impura y desesperada. Casi implorando que cambie todo para evitar su expiración. Como si cada minuto que pasa fuera una molécula de oxígeno que derrocha. Agoniza. Se extingue en la penumbra de sus interrupciones eléctricas por desgastes perennes de un sistema que no funciona. Nunca ha funcionado. Su gente, antes alegre y bulliciosa, hoy vive en incertidumbre propia de los que carecen de la ilusión necesaria. Una gran mayoría, arrastrados por el alcoholismo y los desenfrenos típicos de los que viven sin mañana, apenas pueden con sus angustias. Otros se lanzan a las profundas aguas de un mar que no se compadece y se los lleva para siempre. Otros, quizás más convencidos de su responsabilidad, padecen indebidos encierros sufriendo el atropello perenne de su dignidad. Otra parte resiste los embates de la represión en sus calles, donde el terror se impone porque es parte de la cuota no racionada de un régimen que todo lo controla.

Pero ahí sigue mi Habana, tambaleante y destartalada. Enmohecida y triste, como esperando algún día ver la luz más allá de esas sombras que ahora la envuelven. Quizás sabe, que a pesar de todo, habrá un amanecer. Será en ese entonces que ya no existirán más discursos de verde olivo, ni histéricas arengas incitando al linchamiento de quienes se oponen al terrorismo de estado. Ni protección gubernamental al ultraje. Ni sangre derramada en los paredones de fusilamiento.

Será justamente en ese momento que se enaltezca, sus vicios desagüen al mar y surja nuevamente La Habana. Sin piratas, ni corsarios, ni barbudos rebeldes. Sin fiscales ávidos de sangre, ni intervencionistas despiadados y fríos. Sin internacionalismo proletario, ni tropas injerencistas. Sin jineteras, ni extranjeros depravados, sin niños mendigos, ni pioneros comunistas. Sin refugiados políticos, sin exilio. Sin muertes en otras tierras. Esa será mi Habana. La que idealizo más allá de las liviandades actuales. Más allá de todo lo sucio que pueda haber. Más allá de la salida sin regreso.
A todos los "hombres nuevos", a ésos que, como yo, nacieron dentro de esa espantosa cosa que llamaron revolución e intentaron hacernos una especie de máquinas "revolucionarias" , les dedico este artículo. A la generación perdida en un socialismo recalcitrante y en un comunismo radical que al final nunca pudieron doblegarnos.

EL HOMBRE NUEVO

Por: Iliana Curra

El Hombre Nuevo de la Cuba comunista vive ahora en las prisiones. En la mendicidad diaria de la búsqueda de alternativas para sobrevivir. Vive contando los días, las horas y los minutos para largarse, no importa a dónde. Vive en la desorientación plena de quien no sabe para qué nació. El Hombre Nuevo no vive. Sobrevive.

Ese Hombre Nuevo nació en una etapa nefasta que llamaron revolución. Le asignaron, revolucionariamente, un puesto en la historia. Le colgaron al cuello una pañoleta y una consigna recurrente de querer ser como alguien que, además de ser marxista, no era cubano. Creció entre marchas, maniobras y amenazas de intervenciones inventadas. Vivió entre carencias y desigualdades sociales que, supuestamente, habían eliminado. Contribuyó voluntariamente obligado en labores agrícolas en condiciones de esclavo medieval. Le sellaron la boca para evitar protestas verbales y le ataron sus manos para que no las levantara.

El Hombre Nuevo envejeció de sufrimiento. Conoció la muerte sin morir. Vivió en un infierno llamado paraíso. Aprendió a simular, a hablar en susurros y a leer entre líneas. A escuchar entre sombras y a reír para ahogar el llanto.

Unos, quizás persuadidos de su realidad, un día se rebelaron. Dejaron de ser parte del proyecto ideológico para convertirse en los indisciplinados hijos de una infortunada nación. Otros decidieron quedarse sin patria, pero vivir sin amo. Algunos decidieron seguir el camino del odio porque no pudieron sacudirse la maldad, y en sus mentes solo penetró el feroz adoctrinamiento de la muerte. Esa misma muerte a la que quieren llevar a la patria.

El Hombre Nuevo murió en el Estrecho de la Florida intentando dejar atrás su designio revolucionario. Se despojó de la vida para buscar la libertad que nunca conoció. Aprendió a conocer la verdad más allá de los estudios programados. Se ilustró de la franqueza y se arrancó de un tirón el fingimiento.

Ahora el Hombre Nuevo subsiste como un ente perdido en el surrealismo particular de un sistema aberrante. Se abraza a la nada porque no tiene sustento para su continuidad. Fracasó. Simplemente fracasó como propósito. Y en la intención de llegar, supo que nunca alcanzaría su meta.

Hoy 22 de mayo de 2009

Hoy es 22 de mayo. Amaneció lluvioso, quizás el cielo esté llorando todavía por la muerte de Pedro Luis Boitel, quien cumple años de muerto próximamente. Más bien lo dejaron morir después de una prolongada huelga de hambre, y luego de separarlo de sus compañeros de galera, fue golpeado y vejado, ya sin fuerzas ni para respirar apenas. Boqueaba y sus ojos ya estaban vidriosos y con poca luz, pero no era suficiente para los esbirros que deseaban que acabara de morir. Lo golpearon y posiblemente nunca paguen por eso porque ya murieron ellos también. Medio siglo es demasiado tiempo para el dolor. 50 años de una vida dentro de una dictadura es algo incomprensible para el ser humano. Pero ha estado pasando, más aún con la indiferencia del mundo civilizado, que dice ser civilizado. Todavía el cielo está nublado. Espero que pronto esas nubes desaparezcan y que Cuba encuentre el camino de la libertad antes de que muchos Boitels sigan muriendo.

jueves, 21 de mayo de 2009

La Celda

Este artículo también lo escribí hace mucho tiempo y el objetivo principal era que, cada persona que lo leyera, sintiera los efectos de estar dentro de ella: sentir el frío, la humedad, la soledad. En fin, intentaba llevar a cada cual a un lugar como éste, espantoso, horrible y desolador. Es interesante como el ser humano puede vivir, más bien sobrevivir, en condiciones tan adversas. Pero la experiencia, aún negativa, de vivir bajo condiciones tan infrahumanas, a muchos nos ha dado la fortaleza suficiente para seguir adelante. Los principios se fortalecen y la fe crece inmensamente. Ahí les dejo uno de mis escritos favoritos.

LA CELDA

Por: Iliana Curra

La celda está ahí, siempre húmeda. Puede llover, haber frío o intenso calor, pero siempre está húmeda. Me imagino que quienes la diseñan la conciben para que siempre esté así. No permiten que sea diferente. La tortura tiene que ser perfecta para un ser que la padece. De lo contrario, no sería un suplicio, y para eso la crean.

Pero la celda sigue siempre ahí, inconmovible y solitaria. Con su espacio reducido donde apenas puedes dar cortos pasos. Donde voltearte sin rozar sus paredes es casi un milagro. Con una cama hecha de cemento pulido. Nadie puede imaginarse cuán frío es este material, aunque haya extremo calor. En ella te acuestas, pero no descansas. Tus huesos no se llevan con la dureza del cemento. Si es invierno, el frío te obliga a ovillarte para paliarlo y los dolores en las articulaciones no se hacen esperar. Entonces, te sientas, encoges las piernas y te recuestas a la pared de fondo. La humedad te hace sentir mucho más frío del que ya sientes. Es un frío cortante, que penetra en los tuétanos. Lo sientes por fuera, pero también por dentro. En el alma.

Así pudieras estar minutos, horas. Solamente cambias de posición para evitar más dolores del que ya sientes. Miras al techo y lo ves angosto y con gotas de humedad imitando las estalactitas de una cueva. Porque una celda es precisamente algo así, como una cueva. Algunas laboriosas arañas caminan por su tela que confeccionan a diario. Tu diferencia con ellas es que son libres. Pueden salir cuando quieran, pero deciden acompañarte en una soledad que no tiene paralelos. Es invierno y las paredes están extraordinariamente frías. Infinidad de rótulos por doquier. Nombres, frases, algún que otro mensaje que nunca llegó a su destino. Lamentos escritos que quedaron impregnados para siempre como tatuajes rústicos en una pared mal pintada con cal.

Cuando llega la noche, la celda es absolutamente oscura. Te traen una bandeja de aluminio grasienta con algo que llaman comida. Apenas divisas qué es. No huele bien. El olfato podría ayudarte a tener una idea de lo que vas a comer –o mal comer- que es como debiera decir. Tampoco funciona. Tocas con la yema de los dedos el producto servido y terminas pensando que es preferible botarlo. No vale la pena. Pones la bandeja en el suelo y con el pie la sacas por debajo de la reja. Es una acción que haces de forma automática casi todos los días. La celda sigue inmutable, silenciosa, ahora sumida en una oscuridad donde no te ves ni las manos. Es una sensación de soledad infinita. No te mueves, la quietud es parte del diario vivir en la celda. Es lo único que puedes hacer, además de pensar.

La oscuridad continúa. La noche avanza y pueden ser las diez de la noche. Lo imaginas porque la guardia de turno te trae algo que llaman una colchoneta. Apenas tiene relleno –y los que tiene- se acoplaron en forma de pelotas duras que parecen piedras. La acomodas en el cemento y, al acostarte, notas que no hay mucha diferencia. Con el cuerpo tratas de acomodar los pedazos de rellenos duros y sientes algún alivio. El frío es menos. La soledad continúa, aunque ciertamente no estás sola. Alguna rata anda dando vueltas por la celda. Pudo haber salido del hueco que llaman “polaco” y es donde debes hacer tus necesidades fisiológicas. A continuación de la “cama” hay una pequeña división y del otro lado está el “baño”, compuesto por ese hueco y dos pedazos de ladrillos para poner los pies y no embarrarte. Nada más. No hay agua. Ni siquiera alguna tubería que pudiera tenerla en algún momento. Pero no. Sencillamente, no hay agua.

También hay algunas cucarachas dando vueltas en la oscuridad de la celda. Grillos, chicharras y cuanto insecto haya, aprovechan la penumbra para salir de sus escondites. Es una invasión no deseada, pero inevitable. Es parte de la vida nocturna, donde tienes que decidir si los espantas o si tratas de dormir, aprovechando que tienes menos frío y que el día entero ha sido bien difícil. Evitas recordar que hace muy poco una joven reclusa se suicidó por ahorcamiento una noche lúgubre en esa misma celda, que sus pies quedaron suspendidos en el aire como péndulos fríos, y sus ojos, abiertos y desorbitados, nunca más vieron la luz. Piensas, piensas mucho. Sueñas que algún día saldrás de ese lugar. Y a pesar del encierro, a pesar del frío y los dolores, eres libre. Quizás más libre que todos los que vigilan la prisión.

Y la celda continúa allí, con sus paredes llenas de escritos desesperados y su humedad que nunca termina. El techo sigue goteando. Quizás llore por los suicidios y los padecimientos diarios de quienes han ocupado ese lugar de castigo. Por los lamentos y llantos de quienes no pudieron soportar. Por las que jamás volvieron a sus hogares, pero aliviaron sus sufrimientos con el descanso eterno de la muerte, donde encontraron la libertad que nunca conocieron en un sistema fatal.

La celda está en la prisión de Manto Negro, pero también en Kilo 5, en Kilo 8, en el Combinado del Este, en Boniato, Ariza, en el Provincial de Holguín o en cualquier prisión de Cuba. Lo peor de todo es que continúan los encierros injustos en esas mismas condiciones infrahumanas de siempre. Nunca han cesado de castigar impunemente, de ultrajar a seres humanos indefensos. Siempre un ensañamiento, una vida apagada más allá de las torturas o una vida marcada para siempre por el recuerdo del terror vivido.

Podrán descansar en paz los que no soportaron. Los que hemos quedado vivos, viviremos para denunciarlo.

DIA Y MEDIO DE NACIDO.

Hace apenas día y medio que nació este blog, está prácticamente en pañales, pero haré que crezca sano. Es como un niño adoptado al que le voy tomando cariño. En fin, ya estamos a 21 de mayo. Ayer dejé pasar el Día de la Independencia de Cuba, quizás porque nunca tuve ese arraigo. Soy parte de esa generación del "hombre nuevo" que intentaron crear en Cuba y allá ese día no se conmemoraba, a no ser para decir horrores del "imperio" y su bandera. Tampoco siento que Cuba es realmente independiente, porque depende de un viejo loco, decrépito y asesino que, ni aún muriendo deja de hacer daño. Ahora dicta mandatos por medio de algo que llaman "reflexiones". Me imagino que escribe cuando no puede ir al baño a cambiarse la bolsita. Creo que Cuba será realmente libre e independiente cuando esa partida de zarapastrosos que están en el poder sean juzgados debidamente por crímenes de lesa humanidad, y por haber llevado a ese pueblo al abismo moral, emocional, económico y político a donde lo han llevado. Ese día sí que será para celebrarlo en grande. Ojalá sea pronto.
Buenos días.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Sobre mi blog:

Mi blog lo he creado para que todos aquellos que quieran leerlo, lo hagan sin problemas. Eso no quiere decir que podrán comentar con faltas al respeto, ni difamaciones personales. No lo estoy prohibiendo, simplemente lo estoy dejando bien claro. Es posible que se discutan algunos temas, especialmente el de Cuba, que es lo que más se va a tratar aquí. Dejo la puerta abierta para todos aquellos que quieran entrar, lo hagan con el debido respeto, con decencia y con inteligencia. Particularmente soy irreverente, bastante irreverente, así que nos estamos viendo...más bien escribiendo.
Gracias.

ELLOS Y NOSOTROS

Por: Iliana Curra

Son ellos los que llegaron primero. Fue duro. Dejaron sus comodidades. Sus tradiciones y sus vidas apegadas a una familia grande y unida. Nosotros, generaciones posteriores, llegamos después. Dejamos nuestras incomodidades y costumbres viciadas de tanto vivir la doble moral que nos impusimos para, justamente, sobrevivir.

Ellos lo perdieron todo, incluyendo la patria. Nosotros lo ganamos todo. También la patria. Esa misma que nunca reconocimos como tal cuando la teníamos. Nos era casi indiferente. La bandera no ondeaba como aquí en este exilio. Quizás porque no era libre. Quizás porque la conjugaban con revolución, Fidel y “seremos como el Ché”, una consigna tan despreciable como ese mismo guerrillero nada heroico que nos imponían a diario.

Ellos aún añoran una Cuba espléndida que se perdió un primero de enero de 1959, cuando muchos de nosotros ni habíamos nacido siquiera. Nosotros añorábamos Miami, espléndido y desarrollado, aún sin haber llegado.

Ellos sienten, todavía, el desarraigo brutal de cuando fueron arrancados de sus costumbres. No importa que hablen inglés, ni que tengan mansiones, ni yates, ni Mercedes Benz, o viajen a medio mundo luego de haber trabajado como animales para lograr tales posiciones económicas. Nosotros, quizás preferimos estar lejos de todo lo que aborrecemos. Del adoctrinamiento feroz y las “marchas del pueblo combatiente”, de las guardias del CDR y las reuniones laborales. Del odio y la perversidad de un régimen implacable. Nadie se arraiga en cosas así. No importa vivir aquí en apartamentos, ni “efficiencies”, ni manejar un “transportation”. Somos libres, y es la mejor y más costosa forma de vivir.

Ellos dejaron de ser felices un día en que sintieron los disparos en un paredón de fusilamiento. Que se enteraban de que amigos, vecinos y familiares ya no regresarían jamás de un injusto arresto. Nosotros dejamos de ser felices el mismo día en que nacimos. Cuando nos recibieron con consignas absurdas y las notas de La Internacional.

Ellos, idealistas y soñadores, siempre creyeron en el futuro. Nosotros, realistas y convencidos, no creíamos ni en el presente. Ellos tenían fe en Dios. Nosotros escuchábamos al Diablo. Ese que, día a día, hablaba largas horas con sus discursos explosivos y llenos de resentimiento contra la humanidad.

Ellos dejaron su infancia, su juventud y un futuro radiante a corto plazo. Nosotros dejamos las pañoletas, las escuelas al campo y las celdas de castigo de cualquier prisión.

Ellos dejaron sus sueños. Nosotros las pesadillas.

Ellos, irremediablemente regresarán a su paraíso perdido en casi cinco décadas. Nosotros, quizás muchos, no volveremos al infierno.

PEDRO LUIS BOITEL

Por: Iliana Curra

El mes de mayo fue significativo para un hombre que pasó a la historia por su valor y su firmeza. Nació un día 13 de ese mes en el año 1931. Nació para ser líder. Nació para ser un mártir, y su nombre jamás podrá ser olvidado. Como tampoco el de otros tantos hombres y mujeres que han quedado en este largo camino que ha sido la lucha por la libertad de una pequeña isla llamada Cuba, pero grande para todos los que la quieren, y la quieren libre, por sobre todas las cosas.

Pedro Luis Boitel, el joven humilde y estudioso, talentoso y dedicado. Tenaz y rebelde hasta las últimas consecuencias. Quien no pensaba en sí mismo, sino en Cuba. En la patria que lo vio nacer…y morir.

El Boitel que luchó contra el gobierno de Batista, pero que al mismo comienzo de la llamada revolución supo darse cuenta de que era traicionado. No solo él, la traición era para todos. Incluso, para los que habían dado su vida. Quien, a pesar de los ofrecimientos y las amenazas, decidió ir a elecciones universitarias sin miedo, porque nunca supo lo que era el temor. Al que evitaron el triunfo porque el absolutismo de los hermanos Castro no podían permitirle ganar. Su carisma, su inteligencia y responsabilidad fueron su sentencia. Su perseverancia y su condición de líder, su muerte.

Boitel, quien intentara fugarse de la tristemente célebre cárcel de Isla de Pinos y fuera capturado para soportar torturas, golpizas y vejaciones. El que realizara innumerables huelgas de hambre para protestar por las condiciones infrahumanas a que estaban sometidos los presos políticos. El cabecilla natural que no permitía las injusticias. Que ni los golpes, ni los encierros en celdas tapiadas de castigo lograron doblegarlo. El que nunca renunció a su libertad porque su estirpe de hombre soberano no creía en encierros injustos. Siempre fue libre, a pesar de los barrotes. A pesar del horror y del frío, del dolor y del hambre, de los bayonetazos, las patadas y el rencor con colores verde olivo. A pesar de los años que se acumularon con juicios sumarios e ilegales dentro de la prisión.

Boitel supo luchar donde es casi imposible. Donde la muerte acecha de manera constante. Donde la vida vale menos que nada y el sufrimiento es parte exclusiva del ser humano. Supo batallar hasta el final. Hasta donde pudo su cuerpo -ya golpeado y enfermo- resistir. Hasta donde sus fuerzas dijeron ¡basta! Nunca se doblegó. Nunca pidió indulgencia. Fue fiel a sus principios hasta el fin.

“Los hombres no abandonan la lucha cuando la causa es justa”. Y cumplió con sus palabras. Cumplió con su propia conciencia. Con su vida joven y llena de amor por los suyos. Sufría por el dolor que provocaba a su madre, quien tratando infructuosamente de protegerlo, dormía en las afueras de la prisión. Acompañándolo en sus huelgas interminables. Amparándolo de la muerte que al final se lo arrebató de sus brazos protectores llenos de ternura que no pudieron abrazarlo en sus peores momentos, porque el odio fue más fuerte. La soberbia de un sistema dominante y enfermizo pudo más esta vez.

“El flaco”, como lo llamaban cariñosamente sus amigos y compañeros de cautiverio, demostró una fuerza física asombrosa, pero su última huelga de hambre, que duró 53 días, fue demasiado para su ya gastada salud. Las golpizas y otras tantas huelgas habían deteriorado demasiado su cuerpo. Días tristes, de dolor. Inmersos en la muerte que llega lentamente y prolonga la angustia. Sus compañeros de galera saben que es inminente la pérdida. Lo cuidan, lo atienden de forma constante. Se turnan para vigilar su respiración lenta y agónica. La impotencia predomina en un lugar donde nada se puede hacer. Donde morir es parte de la vida diaria, con el beneplácito de un mundo deshumanizado y preocupado por cosas banales porque dicen que en Cuba todo está bien. Un bochorno perpetuo para la humanidad.

Boitel, no solo batalla contra la muerte, batalla también contra oficiales de la Seguridad del Estado que lo visitan para intentar conversar con él. No hay acuerdos. Nadie cede. Sus exigencias son negadas. Sus derechos humanos siguen violados y se aferra aún más. Se consume lentamente y la agonía crece por minutos, por horas, por días. Soporta el dolor como nadie. Orina sangre, vomita la bilis de un cuerpo que apenas vive de sus propias reservas. Desmayos constantes al menor de los esfuerzos. Energías que se pierden a medida que el tiempo avanza ineludiblemente. Su voz se apaga. La quietud de su cuerpo consumido y maltrecho tiene un inmenso parecido con la muerte. Pero todavía respira.

El sistema que dice respetar los derechos humanos dejará morir a un hombre. No le prestan atención médica. Decididamente la orden es dejarlo que muera. ¡Uno menos! No cuentan con la historia que lo reconocerá como un mártir. “No pretendo la muerte, pero tampoco la rehuyo”. Se extingue como el sol al ponerse en una tarde triste. ¡Quieren matarlo! Y lo están logrando. Son órdenes del Ministerio del Interior, del propio gobierno. Tendrán que pagar por todo esto algún día. No es venganza. Es simplemente justicia. A exigencia de sus compañeros de galera se lo llevan ya inconsciente y frío, con la respiración lenta. Esperan le den atención médica para evitar su fallecimiento. Supuestamente lo hospitalizarían.

Según presos que conocieron su final, a Pedro Luis Boitel le negaron el cuidado médico para su vida a un corto paso de la muerte. En esas condiciones espantosas fue golpeado, maltratado por infames canallas que desconocen la compasión por un ser humano. Hay que ser muy cobardes y ruines para abusar de alguien en esas circunstancias. Su vida se apagó como la llama de una luz en las tinieblas, pero solo físicamente. Porque renació con fuerzas en el espíritu de todos los prisioneros políticos que continuaron entrando a las mugrientas cárceles castristas, las que nunca han dejado de estar llenas porque las tiranías solo entienden de represión y de muerte. Otros presos también murieron de la misma forma. Nunca han dejado de torturar a quienes se rebelan con la dignidad tan alta como el cielo.

Ni el derecho a un entierro como es debido. Ni el derecho a llorar a una madre a quien se le informó fríamente dónde se encontraba su tumba. Atropellos y amenazas fue todo lo que recibió quien lo trajo al mundo, quien hubiera dado su propia vida por evitar su muerte. La madre, que no cesó de escribir al mundo y denunciar lo que estaba pasando con su querido Pedro en una época de florecimiento castrista, cuando casi todos hacían reverencias a Fidel Castro, apoyado por la potencia comunista de la tierra y sus acólitos.

El mes de mayo vuelve a ser significativo para su vida. Esta vez se trata de su muerte. El día 24, luego de casi tres meses sin probar alimentos deja de existir sin haber recibido el mínimo de atención. Lo dejaron morir sin ponerle un suero para revivirlo, para traerlo de ese mundo lejano que todos conoceremos un día, pero que no era preciso ir en ese momento. Tenía mucho por hacer. Tenía 41 años recién cumplidos.

Pero Boitel después de su muerte sigue vivo en las organizaciones opositoras que llevan su nombre, que resisten los embates de una represión que no cesa. Pedro Luis Boitel está en la mente y en la sangre de cada cubano que se opone al sometimiento y lucha a diario para lograr la libertad de Cuba. En cada prisionero político que soporta con decoro y vergüenza en las inmundas cárceles que un día se abrirán para no tener adentro a más presos por ideas, porque las ideas no se encarcelan. Tampoco mueren.

JOSÉ MIGUEL INSULZA Y SUS DESVARÍOS POLÍTICOS

Por: Iliana Curra

El Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, ha vuelto a sus andadas con el caso cubano. A mí, particularmente, me da asco su posición de demócrata y sus mentiras al aire. Habla para un público particular, para sus socialistas latinoamericanos, así como para la Europa izquierdista que desea la integración de una dictadura militar en el seno de la Organización de Estados Americanos y en el mundo de la democracia, pero sin que deje de ser una dictadura.

A Insulza le preocupa mucho más el embargo norteamericano a la isla, pero los motivos por lo cual fue impuesto no lo quiere entender. Las llamadas nacionalizaciones (más bien los robos) están justificados para este señor socialista que participó activamente en el Gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende, quien luego tuviera que vivir en el exilio por unos 15 años cuando el General Pinochet decidió que el comunismo no sería implantado en Chile y dio un golpe de estado en 1973.

Pero esa dictadura sí que le preocupaba a Insulza, quien no dejó de prepararse para el futuro, pudiendo regresar a su patria, aún con la dictadura en el poder, para integrarse a la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición que venció en el plebiscito en contra el régimen de Pinochet. Pero para él, eso sí que era un régimen despótico y autoritario. Sin embargo, la dictadura de medio siglo que viven los cubanos, abusiva, criminal y totalitaria, merece integrarse al mundo libre, y su autócrata, ya sea el que supuestamente escribe “reflexiones” o el que ocupó de forma monárquica el poder, merecen todo su respeto.

Tampoco le importa al Secretario de la OEA la injerencia castrista en los asuntos internos de Latinoamérica, incluyendo a su Chile natal, sabiendo que Fidel Castro estuvo en su país desde el 10 de noviembre de 1971 hasta el 4 de diciembre del mismo año, prácticamente un mes, con el objetivo de limar las asperezas que había en el seno de la Unidad Popular, cosa que no pudo lograr obviamente.

Y es que, tampoco está preocupado el Sr. Insulza por los criminales chilenos de la izquierda que se ocultan en Cuba evadiendo la justicia, algunos de ellos fugados de una cárcel de alta seguridad que andan por la isla como Pedro por su casa, y hasta recibieron instrucciones guerrilleras para luego cometer sus fechorías, incluyendo uno que fuera esposo de Mariela Castro (esa que ahora le ha dado por defender derechos gays sin que existan derechos humanos), nombrado Juan Gutiérrez Fischmann, conocido como “el Chele”, uno de los autores intelectuales del asesinato del Senador Jaime Guzmán.

Pero, aún así, el régimen de La Habana sigue apoyado por un hombre de la izquierda chilena que solo le interesa abogar por el levantamiento del embargo y se jacta diciendo que “hay otros países con problemas de democracia en América, no sólo Cuba”. Pero, ¿cuáles son, Sr. Insulza, cuáles?

También dice este señor que “en Cuba hay un cambio hay movimientos, cosas que están ocurriendo”. Sería otra pregunta para hacerle: ¿cuáles cambios, señor, cuáles?

Algo que además se le debería preguntar a este socialista latinoamericano es, ¿por qué Chile sí tuvo derechos a exigirle a Pinochet y Cuba no puede exigirle a su dictadura? ¿Por qué luchó él contra su dictadura y quiere que el pueblo cubano continúe sometido después de medio siglo de represión?

Ya basta de tanta hipocresía y de tanta ignominia. Los cubanos también tienen derecho a vivir en libertad. Una nación sumida en la represión y la miseria por 50 años es ya demasiado, Sr. Insulza. Un exilio lleno de víctimas no tiene por qué vivir lejos de su patria por culpa de una dictadura que usted apoya.

Debería tener un poco de vergüenza y en vez de exigir el levantamiento del embargo norteamericano, exija que esa dictadura militar levante el embargo a su pueblo. Guárdese sus comentarios absurdos porque Cuba no solo tiene problemas de democracia como usted dice: en Cuba hay un régimen que conculca todos los derechos de ese pueblo.

Cuando a la OEA se le retiren los fondos norteamericanos para que países como el suyo y otros izquierdistas sigan apoyando y quieran integrar a la dictadura castrista al continente, a usted se le acabará la retórica y el argumento barato en que se basa para hacerlo.

Tendría que volver a su país a dar clases de socialismo en la universidad o hacer su papel de abogado defensor a los terroristas que se esconden en Cuba. Todo llega, señor Insulza, todo llega.